Francisco Antonio Encina: Vida y Obra de un Nacionalista

 

 

 

El siglo XX, sorprende a Chile con una serie de problemas de carácter social.

 

El sistema parlamentarista, no contribuyó efectivamente a solucionar los problemas que motivaron la crisis y caída de su modelo antecesor, más aún creo otros nuevos vicios, que sembraron en el chileno común, la  desconfianza hacia las  instituciones del Estado; el escepticismo en la probidad y en la capacidad de  gestión de los sectores gobernantes; el cuestionamiento al  sistema electoral y  a la estructura de partidos; así como al modelo económico imperante.

 

Situación que  contrastaba con el optimismo oficial, en que se desarrollaban los preparativos, para la celebración del primer centenario de la independencia nacional.

 

Ello quedará retratado, en un discurso pronunciado por Enrique Mac- Iver en 1900, el cual fue titulado “La crisis moral en Chile”.

 

Es en este período, donde irrumpe una generación de creadores literarios y plásticos, provenientes en general, de los sectores medios, que tomarán bajo una postura críticamente reflexiva, los variados aspectos de la realidad nacional y más adelante continental.

 

En esta época – como hemos visto en artículos anteriores -,  surgirán una serie de ensayos de orientación nacionalista.

 

De los más significativos, será una publicación de 1912, titulada: “Nuestra inferioridad económica”, del historiador Francisco Antonio Encina Armanet.

 

 

Vida y obra de Francisco Antonio Encina

 

Considerado uno de los principales intelectuales chilenos de mediados del siglo XX, “(…) don Francisco Antonio Encina representa un caso extraordinario en nuestra historia (…) Hombre integral. Así como los produjo el Renacimiento; antes también la Grecia; y tan revivido episódicamente, en la época actual, sabio, erudito, artista, filósofo, político y agricultor; todo refundido en un solo ser”. (Eduardo Moore, 1955).

 

Nace en Talca, el 10 de septiembre de 1874, de la unión de Pacífico Encina Romero (un antiguo propietario agrícola de Isla de Maule) y Justicia Armanet.

 

Realizó sus estudios secundarios, en el liceo de su ciudad natal, lugar donde se destacó prontamente como alumno.

 

Se traslada a la ciudad de Santiago, ingresando a la carrera de Derecho en la Universidad de Chile, titulándose como abogado en 1896.

 

Oficio que ejerció, en forma paralela a la actividad de siembras, engorda y aserraderos como propietario del fundo “El Durazno”, próximo a Las Cabras, y como arrendatario de decenas de fundos, propiedades que se extenderán desde Vallenar a Puerto Montt, transformándose con el tiempo en un consumado y reconocido criador de caballos chilenos.

 

Por esos años, Encina ingresó al Partido Nacional, llegando a ser Diputado por Linares, Parral y Loncomilla entre los años 1906 y 1912.

 

Puesto donde, además de destacarse por su clara posición nacionalista, se hizo conocido por ser uno de los promotores del proyecto de Ley de Instrucción Primaria Obligatoria, iniciativa que finalmente será aprobada en 1920.

 

Dentro del marco en apoyo a este proyecto de ley, en 1911 dicta un curso dirigido a profesores y preceptores nacionales, el cual quedará expresado en una publicación, que llevará por título: “La educación económica y el liceo”.

 

Así mismo, como producto de esta experiencia, en 1912 publica el ensayo “Nuestra inferioridad económica”, el cual se constituirá en “(…) análisis de la psicología económica del pueblo chileno, destacando rasgos como la falta de perseverancia, la obsesión por la fortuna rápida, incapacidad para el trabajo metódico, la debilidad del espíritu de asociación y cooperación, el derroche del tiempo, etc. (…)  Encina examina los de orden ético, sociológico y educacional, a través de su desenvolvimiento histórico (…)”

 

De: Godoy, Hernán; En: “El carácter del chileno”; Editorial Universitaria; Santiago de Chile, 1981; Pág. 293.

 

Así mismo, destaca sus cualidades heredadas, poniendo relieve su rectificación en sus fallas, mediante una educación nacionalista y de orientación económica, punto en el cual, aunque con una información más exacta, coincidía en forma general, con los contenidos expuestos años antes (1904), por el doctor Nicolás Palacios en el libro “Raza chilena”.

 

“(…) Los intelectuales “mesocráticos” del centenario (1900) denostaron a la oligarquía por buscar un modelo cultural fuera de nuestras fronteras.

 

Como contrapartida, recogiendo una tendencia que por esos años se propagaba por toda Latinoamérica, afirmaron nuestra identidad nacional en el sustrato mestizo, encarnado en la figura del “roto chileno”.

 

En el “Roto” se fundía las virtudes del español pobre y aguerrido que vino a buscar fortuna, con los del “indómito araucano” viril, arriesgado y leal (…) Cualidades a las cuales debía agregarse el espíritu industrial (…) Nicolás Palacios y Francisco Antonio Encina, destacados portavoces de esta sensibilidad, promovían que una buena educación técnica, supliría la deficiencia, haciendo del chileno un pueblo apto para los requerimientos de una sociedad moderna.

 

Esta confianza en el pueblo mestizo como futuro “protagonista de la historia” también fue compartida por el socialismo (…)”

 

De: Salazar, Gabriel; En:” Historia de Chile”; Volumen II: Actores, identidad y movimiento; Lom ediciones, 1999; pp.141-142.

 

Retirado del Partido Nacional, Encina se incorpora en 1915 a la Unión Nacionalista, agrupación creada por Guillermo Subercaseaux, la cual “(…) promulgó un programa puramente económico, con el objeto de transformar las bases de la organización, prescindiendo de las cuestiones político religiosas”.

 

De: Cabero, Alberto; “Chile y los chilenos”; Editorial Lyceum; Santiago de Chile, 1926; Tercera Edición; Pág. 247.

 

Dicha iniciativa nacionalista, no prosperó y tras las elecciones de 1920, se diluyó de la escena pública.

 

Por un largo período Francisco Antonio Encina desaparece, dedicándose a sus labores económicas y a la lectura de autores, tales como: Aristóteles, Kant, Goethe, Hugo, Nietzche, Berson, Spengler, Comptt, más otros de origen nacional.

 

Actividad, a la que se le agregó, el  estudio de viejos archivos notariales, folios de cuentas de haciendas coloniales y algunas cartas familiares.

 

Complementado con visitas a la Biblioteca Nacional, algunos viajes al extranjero, tertulias y peñas literarias en la capital.

 

En 1934, Encina es incorporado a la Academia Chilena de la Historia, publicando en 1935 “El nuevo concepto de la historia” y “La literatura histórica chilena”.

 

En 1940 aparece, como resultado de este largo período de estudio,  el primer tomo de “La historia de Chile”, a la que se le sumarán otros 19 volúmenes, el último publicado en 1952.

 

“(…) Su monumental historia de Chile, desde la prehistoria hasta 1891, se considera que es el más grande esfuerzo que persona alguna haya realizado en Hispanoamérica dentro del campo de la historiografía, Y se a ello le agregamos que don Francisco Antonio no sólo se limita a poner fechas y personajes, sino que interpreta y relata los hechos convirtiendo a los héroes en personas de carne y hueso, con sus virtudes y defectos, sus yerros y sus aciertos, “novelando”, casi los episodios, su mérito es doble o triple, pues hace más accesible su entendimiento (…)”

 

De: Rojas, Luis Emilio; En: “Biografía cultural de Chile”; Editorial Contaclaro; Cuarta Edición, 1998.

 

Sobre el impacto de esta obra en el público común, recordaba en 1955 Eduardo Moore “(…) Lentamente fue creciendo el interés, y el murmullo inicial se transformó en la ascendente marea, ahora imponente, de la admiración de unos, el furor destructor de los menos y el estupor de los otros (…) Anónimas multitudes de lectores adquirían los tomos que iban a venderse hasta diez mil ejemplares en cada entrega. Constituyó el éxito de librería más gigantesco y rotundo de los conocidos en el siglo y medio de vida libre”.

 

Es este período, a principios de los años cuarenta,  que el historiador Encina toma como secretario, a un joven refugiado de la guerra civil española, llamado Leopoldo Castedo quien había llegado a Chile en 1939, a bordo del carguero Winnipeg.

 

Recordaba “don polo” en  una entrevista para la TV,  realizada en 1998 “(…) don “pacho “ Encina, le importó un bledo que yo era un mal llamado “rojillo” – cosa que por lo demás no era-, pero sí le importó que yo había  trabajado con Ballestero en Madrid y que había sido alumno de historiadores conocidos por él.

 

Me contrató inmediatamente como su secretario literario, así estuve trabajando con él diez años.

Era un maravilloso e inolvidable personaje (…) El escribía muy mal. Era una cosa que los linotipistas de la editorial Nascimiento no entendían nada.

 

Un día por casualidad, Juan Antonio Ríos lo llamó – estábamos en períodos de elecciones- y se tardó mucho en volver.

 

Yo no tenía mucho que hacer en su casa, y era tan bonita la cosa, que me puse a descifrar lo que estaba escrito.

 

Escribí dos o tres páginas, cosa que a don “pancho” le fascinó, entregándome todo un fajo de cuartillas escritas a mano.

 

Yo me las llevé a mi casa y allí seguí trabajando (…)”

 

En 1941, como un breve paréntesis, dentro de la tarea de escribir los posteriores volúmenes, que siguieron al primer tomo de “La historia de Chile”, Encina publica el libro: “Las relaciones entre Chile y Bolivia”, trabajo que volverá a ser editado en 1963.

 

A partir de 1952, este autor sacará a la luz una serie de trabajos, los cuales pavimentarán su camino definitivo, hacia la consagración y el homenaje.

 

Aparecerán títulos, tales como: “La presidencia de Balmaceda”, de 1952; “Portales. Introducción A la historia de la época de Diego Portales (1830 -1891)”, de 1953; en 1954, “Bolívar y la independencia de América española”, “La emancipación de la presidencia de Quito, del Virreinato de Lima y del Alto Perú” y el “Resumen de la historia de Chile”, conocido como “la historia de Chile de Encina y Castedo”, en tres tomos , desde la prehistoria a 1891 y un cuarto hecho íntegramente por Leopoldo Castedo, que relata el período de 1891 a 1925.

 

Pese a su calidad de historiador, don Francisco Antonio Encina, es laureado en 1955, con el Premio Nacional de Literatura, el más alto reconocimiento oficial de nuestro país.

 

En el año 1957, Encina publica dos interesante y oportunos trabajos, “El imperio hispánico hacia 1810 y la génesis de su emancipación”; y  “La cuestión de límites entre Chile y Bolivia; y al apertura desde la independencia hasta el tratado de 1881”.

 

Otros reconocimientos, recibidos por este autor fueron, la medalla de oro de la Academia chilena de la historia y la lengua; la medalla de la Universidad de Concepción; la cruz de don Alfonso X el sabio, otorgado por el gobierno de España;  más su nombramiento como Miembro honorario del consejo de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

 

Francisco Antonio Encina Armanet; el ensayista; el literato; el historiador, fallece el 23 de agosto de 1965, a la edad de 90 años.

 

De su obra y su trascendencia, destacaba en 1955 Clodomiro Almeyda :”(…) El contenido esencial de sus observaciones no sólo permanece plenamente válido, sino que todavía está esperando traducirse en una orientación nueva y genuinamente nacional de nuestro pensamiento y nuestra acción, la que seguramente podría conducirnos a mejor destino, que el que hasta ahora infructuosamente hemos buscado por extraviadas rutas, diseñadas en tierras remotas e incapaces por lo tanto de encaminarnos, a salida positiva alguna”.

 

 

Juan Bragassi Hurtado

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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Última modificación: 26 Enero 2006